"Todo
empezó en 1928, cuando el ejército colombiano masacró a varios
centenares de huelguistas de las bananeras, con sus famílias, en la
costa norte. El presidente había acusado a los trabajadores de
traición, y luego promovió a los oficiales responsables de la
matanza y acusó a las víctimas de haber “traspasado el corazón
amante de la patria”. Sólo una voz en el congreso se mostró en
desacuerdo. Jorge Eliécer Gaitán, un joven legislador liberal,
señaló que la United Fruit Company, que no pagaba impuestos y
explotaba terrenos cedidos por el Estado, había reducido
radicalmente los salarios de los trabajadores. Luego dijo algo obvio:
que Colombia era un país donde los ricos se volvían cada vez más
ricos y los pobres cada vez más pobres. Se trataba de una idea
sencilla, evidente para quien se detuviera a pensar en el asunto. Y
así, al dar voz a la miseria de los pobres, Gaitán hizo temblar los
frágiles cimientos del viejo orden y en los años siguientes, a
medida que su oratoria se inflamaba y crecía su fama, la estructura
empezó a resquebrajarse. En los barrios del norte, las dueñas de
casa empezaron a quejarse de la altanería de las servientas. Los
hombres de negocios del centro tuvieron que soportar el desdén de
los muchachos emboladores. Los mendigos escupían en las huellas de
los curas. En torno a las mesas del café La Cigarra, uno de los
focos de intriga política, los parroquianos decían que los pobres
lloraban por boca de Gaitán y que sus palabras podían silenciar el
viento.
El 9
de Abril de 1948, el Secretario de Estado de los Estados Unidos,
George Marshall, estaba en Bogotá para asistir a la IX Conferencia
Panamericana. A la una de la tarde Gaitán, director del partido
liberal y gran favorito para ganar las siguientes elecciones
presidenciales, salió de su oficina para almorzar y luego hablar
ante un grupo de estudiantes en otra parte de la ciudad. Un hombre
que merodeaba frente al café Gato Negro sacó un revólver del
bolsillo y le disparó tres veces, matándolo casi de inmediato. En
cosa de minutos un torbellino de dolor y de ira desgarró a Bogotá.
Las vendedoras del mercado abandonaron sus puestos, los trabajadores
de las fábricas se lanzaron a la calle, los barrios se desocuparon y
los estudiantes huyeron de los salones de clase. En menos de una
hora, miles habían inundado el corazón de la ciudad: hombres con
banderas rojas y machetes, mujeres con niños y gasolina. Saquearon y
destruyeron todo lo que pudieron. Los tranvías en llamas recorrían
vacíos las avenidas, ardieron las iglesisas y monasterios, los
machetes cortaron las mangueras para incendios y el cielo se tornó
rojo con llamas que consumieron el centro de la ciudad. La atmósfera
se llenó de olor de piedras y metales quemados, de licores
derramados, y al cabo del tiempo se contaron seis mil muertos. Bogotá
ardió durante tres días.
En el
momento más álgido del “bogotazo”, una multitud invadió la
Plaza Bolívar y colgó el cadáver del asesino frente a las puertas
del palacio presidencial. El mandatario, Mariano Ospina Pérez, dijo
que era preferible un presidente muerto que fugitivo, y su esposa
hizo arreglos para que su familia fuera llevada a la embajada
norteamericana. Tres tanques con banderas rojas y rodeados de
estudiantes que gritaban vivas a Gaitán llegaron a la plaza.
Histérico y pleno de esperanza, el pueblo creyó que el ejército
se había puesto de parte del levantamiento. Los tanques avanzaron,
llegaron frente al palacio y allí hicieron girar lentamente las
torretas, apuntando hacia la multitud y abrieron fuego con los
cañones. En ese instante desapareció para siempre la tranquila
capital provinciana donde los presidentes, de cubilete y frac, se
codeaban sin temor con el pueblo."
Fotografías de Sady González.
Extraído de: DAVIS, WADE. "El río: Exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica". Ed.Fondo de Cultura Economica, México, 2004. Pág., 154-156
Extraído de: DAVIS, WADE. "El río: Exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica". Ed.Fondo de Cultura Economica, México, 2004. Pág., 154-156
No hay comentarios:
Publicar un comentario