Entrevistas, collages auditivos, y narraciones de la realidad Colombiana

Entrevistas, collages auditivos, y narraciones de la realidad Colombiana

audios para compartir y difundir

Sin ningún orden aparente, este blog pretende ser un recopilatorio y archivo de expresiones sonoras que reflejan pedacitos de la realidad colombiana. Entrevistas y voces de quienes siguen luchando por su territorio, por su dignidad, por su vida. Porque hay un plan de muerte impuesto, pero también hay quienes proponen planes de vida. Desde abajo y poco a poco vamos tejiendo resistencia...

viernes, 6 de junio de 2014

"El Bogotazo" contado por Wade Davis en "El río"

"Todo empezó en 1928, cuando el ejército colombiano masacró a varios centenares de huelguistas de las bananeras, con sus famílias, en la costa norte. El presidente había acusado a los trabajadores de traición, y luego promovió a los oficiales responsables de la matanza y acusó a las víctimas de haber “traspasado el corazón amante de la patria”. Sólo una voz en el congreso se mostró en desacuerdo. Jorge Eliécer Gaitán, un joven legislador liberal, señaló que la United Fruit Company, que no pagaba impuestos y explotaba terrenos cedidos por el Estado, había reducido radicalmente los salarios de los trabajadores. Luego dijo algo obvio: que Colombia era un país donde los ricos se volvían cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Se trataba de una idea sencilla, evidente para quien se detuviera a pensar en el asunto. Y así, al dar voz a la miseria de los pobres, Gaitán hizo temblar los frágiles cimientos del viejo orden y en los años siguientes, a medida que su oratoria se inflamaba y crecía su fama, la estructura empezó a resquebrajarse. En los barrios del norte, las dueñas de casa empezaron a quejarse de la altanería de las servientas. Los hombres de negocios del centro tuvieron que soportar el desdén de los muchachos emboladores. Los mendigos escupían en las huellas de los curas. En torno a las mesas del café La Cigarra, uno de los focos de intriga política, los parroquianos decían que los pobres lloraban por boca de Gaitán y que sus palabras podían silenciar el viento.

El 9 de Abril de 1948, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, George Marshall, estaba en Bogotá para asistir a la IX Conferencia Panamericana. A la una de la tarde Gaitán, director del partido liberal y gran favorito para ganar las siguientes elecciones presidenciales, salió de su oficina para almorzar y luego hablar ante un grupo de estudiantes en otra parte de la ciudad. Un hombre que merodeaba frente al café Gato Negro sacó un revólver del bolsillo y le disparó tres veces, matándolo casi de inmediato. En cosa de minutos un torbellino de dolor y de ira desgarró a Bogotá. Las vendedoras del mercado abandonaron sus puestos, los trabajadores de las fábricas se lanzaron a la calle, los barrios se desocuparon y los estudiantes huyeron de los salones de clase. En menos de una hora, miles habían inundado el corazón de la ciudad: hombres con banderas rojas y machetes, mujeres con niños y gasolina. Saquearon y destruyeron todo lo que pudieron. Los tranvías en llamas recorrían vacíos las avenidas, ardieron las iglesisas y monasterios, los machetes cortaron las mangueras para incendios y el cielo se tornó rojo con llamas que consumieron el centro de la ciudad. La atmósfera se llenó de olor de piedras y metales quemados, de licores derramados, y al cabo del tiempo se contaron seis mil muertos. Bogotá ardió durante tres días.

En el momento más álgido del “bogotazo”, una multitud invadió la Plaza Bolívar y colgó el cadáver del asesino frente a las puertas del palacio presidencial. El mandatario, Mariano Ospina Pérez, dijo que era preferible un presidente muerto que fugitivo, y su esposa hizo arreglos para que su familia fuera llevada a la embajada norteamericana. Tres tanques con banderas rojas y rodeados de estudiantes que gritaban vivas a Gaitán llegaron a la plaza. Histérico y pleno de esperanza, el pueblo creyó que el ejército se había puesto de parte del levantamiento. Los tanques avanzaron, llegaron frente al palacio y allí hicieron girar lentamente las torretas, apuntando hacia la multitud y abrieron fuego con los cañones. En ese instante desapareció para siempre la tranquila capital provinciana donde los presidentes, de cubilete y frac, se codeaban sin temor con el pueblo."


Fotografías de Sady González. 

Extraído de: DAVIS, WADE. "El río: Exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica". Ed.Fondo de Cultura Economica, México, 2004. Pág., 154-156